Las narraciones de telenovela son la muestra constante de la lucha entre el bien y el mal, es justo ahí donde los villanos interfieren en el estereotipo de la vida es color de rosa; sin embargo, cuando la fórmula está llena de fechorías por un protagonista malvado, bien logrado, éste consigue consagrarse dentro de la memoria de los televidentes de manera atemporal.


Los villanos de telenovela son seres perversos que recurren a todo tipo de artimañas para conseguir sus objetivos. Ellos son dotados de gran inteligencia, credibilidad, persistencia por desafiar las leyes humanas de la supervivencia y frialdad al no tocarse el corazón para matar a quien les estorbe en su camino.

Prueba de lo anterior tenemos a la inolvidable Nora en la clásica telenovela Senda prohibida de 1958 protagonizada por Silvia Derbez, quien con su belleza e inocencia de pueblerina conquistó a su jefe dejándolo en la ruina, pero su ambición no pudo traspasar el amor de la refinada esposa, la cual lo apoyó hasta el final para salir del fondo.


Otro de los clásicos malvados de televisión es Enrique de Martino en la telenovela “El Maleficio” de 1983, protagonizada por Ernesto Alonso “El señor telenovela”, quien aparte de tener una gran fortuna que lo hizo poderoso, se dedicó a los rituales oscuros rindiendo culto a un ente diabólico, ¡Qué miedo!.

Pero si de maldad hablamos, que tal la villana Rosa Hernández estelarizada por María Teresa Rivas en la telenovela “Gutierritos”. Este papel sí que fue despiadado y con alto grado de bullying hacia el género masculino. Asimismo esta narración vislumbró por primera vez la violencia doméstica y psicológica por parte de una bella dama sin escrúpulos. Vaya lección que aprendieron los televidentes de 1958.

No podemos olvidar una gran historia llena de avaricia, envidia y belleza, en efecto hablamos de “Rubí” protagonizada en su primera versión por Fanny Cano en 1968 y en su remake por Bárbara Mori del 2004. Esta telenovela tiene una fórmula basada en la ambición de la joven pobre que quiere conseguir dinero a cualquier costa tomando como escudo la belleza, sin embargo, todo se acaba, como dirían las abuelitas, así que a Rubí se le acabó la hermosura y ¡Ni modo Rubí, no te funcionó; así no se consigue la felicidad!.

Las historias estelarizadas por villanos no se terminarán y, por lo tanto, el público espectador seguirá amándolos y odiándolos; sólo basta con mencionar a los malvados más malvados para recordar que estas actuaciones que seguirán vigentes en la memoria social.